—¡Hoy es el día! Qué descanso te va a quedar después... —saluda mi compañera.

Hola, me llamo Mari Gestori y esta es mi historia. Hoy entrego un proyecto a contrarreloj para el omnipotente Cliente XLTM. Ha sido difícil, pero he conseguido asignar todas las tareas de los 15 idiomas a tiempo, incluso las que se resistían. Soy una máquina. En fin, espero que hayan respetado el glosario. Confío bastante en los revisores, pero nunca se sabe: me he enfrentado a tantas situaciones esperpénticas que me da pavor lo que pueda encontrarme.

Me he asegurado de gestionar el proyecto con una herramienta TAO, a pesar de que se trataba de un texto creativo. Ha sido buena idea adjuntar el glosario y configurar el verificador para detectar los términos y asegurarme de que ninguno pase desapercibido. Si los traductores y los revisores hubieran tenido que buscar manualmente en el archivito de marras, no entregamos ni la semana que viene.

La mañana sigue adelante y mi correo dice que han llegado más entregas, así puedo seguir con los controles de calidad que empecé ayer. Menos mal que mi compañera se encarga hoy del resto; si no, imposible cumplir con el plazo.

Sin saber la que se me viene encima, abro un mensaje de Cliente XLTM, que reza así:

Hola, Mari Gestori:

Tras una reunión con el equipo de marketing, hemos cambiado algunos términos por cuestiones de SEO. No son demasiados, pero aparecen bastante en el pdf.

Te paso el excel actualizado para que incluyáis los cambios en las traducciones antes de enviárnoslas. Imagino que no retrasará mucho la entrega, ¿verdad? Ya sabéis que lo necesitamos para ayer.

Un saludo,

Inoportunio Rodríguez

Inoportunio. Inoportunio. ¡Inoportuniooo!

—¡Nooo! —me lamento en voz alta—. Lo que faltaba…

—¿Qué ocurre? —pregunta mi compañera.

—Mira —le respondo con cara de circunstancias, girando la pantalla del ordenador para que pueda verla.

—¡Qué faena! —dice mirándome con compasión—. Bueno, Inoportunio debería entender que esto modifica sustancialmente la entrega… —me alienta.

—Sí, voy a explicarle el retraso que supone un cambio de este tipo. ¡Es que afecta incluso a colaboradores de otras zonas horarias! Voy a proponerle entregas parciales de los idiomas que vayamos teniendo listos; seguro que con esa propuesta queda conforme.

Me pongo manos a la obra: respondo al cliente y compruebo el estado del proyecto. Ayer terminé el control de calidad de cuatro idiomas, seis más están listos para empezar con ellos y quedan cinco aún por llegar esta mañana. Creo que lo más rápido sería pedir directamente los cambios a los revisores; han sido los últimos en ver el texto y algunos están ya respondiendo a mis dudas. Si contacto con los traductores, puede que realicen más cambios en el documento, con lo que tendría que volver a revisar todo lo que adelanté ayer: más trabajo, y el tiempo juega en mi contra, ¡para variar!

Debido a la urgencia, está claro que no podemos seguir el flujo de trabajo habitual: traducción, revisión y comprobación final por parte del traductor. En este caso, haré que la última palabra la tenga el revisor para aligerar el proceso. Me he encontrado con situaciones en las que, al recibir la traducción revisada, el traductor no estaba de acuerdo con el trabajo del revisor por el uso de una coma y me he visto envuelta en disputas sobre el sexo de los ángeles a las tres de la mañana. Por eso, aunque disfruto de este tipo de discusiones lingüísticas, y por más que me pese alterar el proceso habitual, debo hacer todo lo posible por acelerarlo y cumplir con la entrega. Detesto esta parte de mi trabajo que me impide dedicar el tiempo suficiente al arte de la traducción, pero la realidad del mundo empresarial es otra: números, fechas cada vez más ajustadas y tarifas irrisorias con exigencias más altas que nunca.

Tengo que pensar rápidamente cuál es la mejor estrategia. Veo varias opciones: podría enviar la nueva versión del glosario e indicar en el mensaje qué términos han cambiado… Vaya, primero tengo que comparar ambos archivos; Inoportunio no me ha dicho qué términos en concreto han modificado y es probable que no lo sepa.

Averiguaré cómo comparar los textos automáticamente, ¡solucionado! Asumo que los colaboradores saben realizar búsquedas en la herramienta… Vale, debería enviarles también un minitutorial con capturas en el correo por si acaso.

O quizá podría modificar la configuración del proyecto y añadir la nueva versión del glosario en un pispás. Aunque antes debería crear nuevos paquetes con la última versión de las traducciones y enviarlos, y todavía tengo que recibir algunas.

Puedo pedir a los colaboradores que me envíen lo que lleven hasta el momento, suponiendo que vean el correo y me respondan a tiempo… Mmm, creo que al final sería más complicado que otra cosa, aunque me ahorraría comprobar a mano los términos.

¡Ah! Me había olvidado de que los traductores habituales deberían validar primero los cambios que propone el cliente, por si acaso hay algún término que discutir con el equipo de marketing antes de implementarlo en la nueva versión… ¡Y algunos están de vacaciones! Bueno, entrego con las directrices que nos ha dado el cliente y, si hacen falta posteriores conversaciones, ya las tendremos y enviaré las nuevas versiones a todo el mundo...

Menos mal que esto llega ahora y no hace unos días, cuando unos idiomas aún estaban en traducción, otros ya en revisión… ¡Qué caos! No me extraña que nos echemos a temblar cuando piden cambios así. ¡Con lo fácil que sería tener una herramienta de gestión terminológica en línea a la que todo el mundo pueda acceder y que nos diese información instantánea acerca del estado de los términos! Un momento…

—Oye, ¿no nos presentaron hace tiempo un software de gestión de glosarios online? ¿Cómo se llamaba? ¿Qué pasó al final?

—Mmm, se llamaba Gloss…—titubea mi compañera mientras teclea en el buscador—. ¡Gloss It! La verdad es que tenía buena pinta, ¡y un precio genial!, pero creo que al final lo dejamos pasar.

—Jo, pues ahora me vendría de perlas… Creo que, una vez que haga la entrega, voy a proponer que empecemos a usarlo. Es que fíjate lo sencillo y rápido que sería: el cliente habría introducido los cambios en la plataforma y los colaboradores habrían recibido una notificación instantánea en el correo. ¡Ya está! Además, ya tendrían los términos marcados en el texto original gracias a aquella función que incorporaba, la que subrayaba las palabras que estaban en el glosario, así que sería muy fácil localizarlas… En fin, voy a seguir con mi pesadilla, que no ha hecho más que empezar, ¡deséame suerte!